Manifiesto de Minerva

Dirigido al Hble. Sr Antoni Comín, Conseller de Salut; a la Hble. Sra. Meritxell Ruiz, Consellera d’Ensenyament; y a la Hble. Sra. Dolors Bassa, Consellera de Benestar Social i Família; de la Generalitat de Catalunya

Y en respuesta a la campaña de la Associació Aprenem: “Prácticas obsoletas en la atención pública del autismo en Cataluña” en Change.org

I. A FAVOR DE LAS CAUSAS LEGÍTIMAS QUE REHÚYEN EL AUTORITARISMO
Reclamos de soluciones reduccionistas a problemas complejos. Esta es la pendiente que toma una sociedad, en este caso la nuestra, cuando elude el debate de las ideas. Si, además, la angustia empuja, entonces aparecen actitudes autoritarias que no aceptan más que el silencio y la obediencia como respuesta.

La campaña iniciada por la Associació Aprenem, con el objetivo de eliminar la orientación clínica del psicoanálisis en los servicios de atención a las personas con autismo es, ciertamente, conductista. Querría modificar la conducta de aquellos profesionales y familias que se moverían buscando otros modelos teóricos y prácticos con los que se sienten más identificados.

Entendemos que esta movilización afecta, por supuesto, a todos aquellos profesionales formados y orientados por el psicoanálisis, pero también a los de otras orientaciones –incluso cognitivo-conductuales- que saben que el tratamiento del autismo es muy difícil y delicado, que la verdad no es nunca absoluta, que la revolución científica en Europa fue posible gracias al pensamiento abierto y plural de la Ilustración y, por tanto, que la ciencia necesita el debate de las ideas y la libertad de sus practicantes, y que la democracia y el derecho de elegir son condiciones inalienables en una sociedad justa que vela por la cohesión social.

Nos alerta y nos preocupa profundamente el alcance de esta manifestación pública, pues trasciende el tratamiento del autismo y el respeto a los derechos más fundamentales. Si nos expresamos con la contundencia de estas líneas es porque la movilización de Aprenem ataca pilares fundamentales de una sociedad como la catalana, que ha conseguido una red en la atención pública educativa, social y sanitaria, reflejo de un tejido social y asociativo, construido durante décadas de democracia, incluso desde antes, durante los años más oscuros de la dictadura.

Las voluntades de incidir en los modelos políticos no deberían poder ejercerse sin el diálogo y el consenso. Cualquier participación unilateral no será sino una imposición, aunque provenga del consenso de una minoría, o de un colectivo que se erige en el verdadero y único portavoz de una causa legítima.

Que un colectivo como este, dudosamente mayoritario, se erija ahora como único amo de la verdad, la quiera imponer y, así mismo, expulsar a los que no comparten su doctrina no es sino un signo alarmante de autoritarismo que en cualquier caso conviene tratar.

II. A FAVOR DE LA DEMOCRACIA, QUE PERMITA LA ELECCIÓN
Paradójicamente, en los últimos años de grave crisis económica, social e institucional, se han hecho evidentes las cualidades de nuestra sociedad. La responsabilidad ciudadana ha sido, sin lugar a dudas, una de ellas, y la demanda de más democracia un signo de madurez de nuestra colectividad. Los servicios sociales, sanitarios y educativos son campos especialmente sensibles al afán regulador, si se olvida que el centro gravitatorio de sus políticas son las personas. Cuando de lo que se trata es de las dificultades por las que ellas pasan, la conversación, el consenso y la aceptación de las limitaciones propias y de los demás resultan ser la única coyuntura que puede hacer posible la aparición de la invención y el mantenimiento de la paz social.

El estado del bienestar –no tan sólido como querríamos, cierto- ha estado sustentado en gran medida por nuestros profesionales –sociales, sanitarios y educativos- en los momentos de más dificultades. Ellos han aceptado cumplir con creces sus responsabilidades en momentos de pérdida muy notable del poder adquisitivo, de derechos laborales, y de condiciones duras de trabajo. Sus formaciones, las universitarias y las permanentes, son muy diversas y muchas de ellas han sido sostenidas con esfuerzo por cada uno de ellos.

Por supuesto que la atención pública es mejorable y que de profesionales hay de muchos tipos. Sin embargo, en mayor o menor grado, sus bagajes forman parte ya de un bien común. Además, el reto que el autismo plantea ha llevado y lleva a muchos de estos profesionales a inventar, desde la falta de un saber definitorio, los recursos más adecuados para las personas con autismo y sus familias.

Es también un hecho compartido que las administraciones trabajan codo con codo con los profesionales de nuestras instituciones, y que los colectivos de padres, madres y afectados, desde la singularidad que caracteriza a cada uno de ellos.

Todo esto nos lleva a preguntarnos:

¿De dónde proviene la autorización de esta asociación para dictar a los políticos cómo los profesionales tienen que hacer su trabajo y a pedirles, además, su obediencia?

¿Quiénes son los profesionales y expertos que les asesoran y con qué instituciones están vinculados?

¿De qué conocimiento sobre la diversidad de formaciones y orientaciones clínicas parten, que malentienden expresamente el psicoanálisis para encajar allí prácticas muy diversas que no se reconocen necesariamente como tal?

¿Dónde está su sentido democrático, que querría impedir a los padres y madres escoger sus recorridos en la red pública y, a los profesionales, la afinidad de su práctica con sus criterios éticos y epistémicos?

Una petición como la de esta asociación –que lleva el imperativo inscrito en su nombre- instala la sospecha entre profesionales, políticos y familias. Y lejos de favorecer la cohesión social, empuja a unos y otros hacia la ruptura de todo tipo de lazo.

El Manifiesto de Minerva es un llamado al respeto mutuo entre los profesionales, los familiares, los representantes de la administración y los políticos. Sabemos que pensamos diferente, que tenemos
orientaciones diferentes, pero creemos que desde el respeto nos podremos exigir, también, hacer bien nuestro trabajo.

III. A FAVOR DE LA MULTIDISCIPLINARIEDAD Y LAS OPCIONES TÉORICAS DIVERSAS
La cuestión del autismo no había estado nunca en el primer plano de las políticas sociales y sanitarias. Esta situación nos permite seguir con atención los avances de la ciencia seria –lentos pero seguros- pero, sobre todo, abordar los imposibles que el autismo plantea, desde la cotidianeidad de las personas afectadas y de sus familias. A la vez, constatamos que el protagonismo actual de este diagnóstico puede generar una demanda de resolución difícil de soportar. El activismo del colectivo Aprenem es un ejemplo de ello.

No disponemos como sociedad de un consenso sobre las causas del autismo ni tampoco de un acuerdo profesional sobre una supuesta curación. Así, sin este consenso, es preciso debatir desde el conocimiento riguroso de lo que hacemos.

No estamos en disposición de pretender que lo que ha servido para unos tenga que funcionar para otros.

No siendo la evidencia científica que se pregona una evidencia de curación, tampoco un método puede ofrecerse como única propuesta. En efecto, más allá de la respuesta de la ciencia, los padres evidencian lo que les ha servido, a sus hijos y a ellos. La evidencia no es finalmente científica, es testimonial.

Reducir el tratamiento del autista a la rectificación de sus conductas implica desconocer que las personas padecemos, sentimos, nos expresamos, nos construimos en la relación con los demás, y nuestras conductas, aunque cuestionen el sentido común, son un reflejo de ello. Aunque sea obvio, consideramos como personas también a los llamados autistas y esperamos de ellos sus expresiones más íntimas, aunque no encajen en la imagen narcisista del mundo.

Añadimos, además, que reducir el tratamiento del autismo a la rectificación de sus conductas implica considerar que la base de estas técnicas radica en la obtención de la obediencia del autista. Consecuentemente, todos aquellos que no se presten serán segregados por incompatibilidad con el método.

El abordaje del autismo no puede ser más que multidisciplinar, ya que su afectación recae sobre prácticamente todas las parcelas de la vida del sujeto. Psicoanalistas de diferentes orientaciones, psicólogos, logopedas, terapeutas diversos, psicomotricistas, médicos, psiquiatras, pediatras, maestros y educadores tienen que ejercer su trabajo desde su disciplina. Pero el hecho de que la perspectiva de la que partan no sea el psicoanálisis no implica que se les tenga que requerir un abordaje conductual.

Conviene tener presente que están apareciendo críticas argumentadas que, desde disciplinas diversas, cuestionan la ética de los métodos reeducativos y de rectificación de conducta. Entre ellas, la de testimonios de personas con autismo que han sido objeto de su aplicación y que, como Michelle Dawson, han accedido a la escritura para poder explicarlo. Conviene estudiarlos a fondo, así como los textos de referencia de unas prácticas que, ya con el fundador del ABA (Applied Behavior Analysis), O.I. Lovaas, se situaban en el grave margen del maltrato.

Finalmente, advertimos que si deducimos los abordajes del autismo a un solo produciremos grandes bolsas de segregación que no harán sino aumentar el problema que pretendíamos resolver. El autismo es difícil, plantea muchos interrogantes y algunos imposibles, hecho que obliga a que los recorridos que los padres
quieran hacer sean tan diversos como sus propios estilos de educar. Si la administración no ofrece estas opciones desde el ámbito público, aparecerán otras prácticas mucho más oscuras.

Los firmantes de este Manifiesto, y todos aquellos que se irán añadiendo –instituciones, profesionales de disciplinas y orientaciones diversas, entidades de familiares de personas con autismo- exponemos:

1. Que nos encontramos ante una agresión al derecho fundamental del ejercicio de elección de la orientación teórico-práctica de los profesionales, del derecho democrático de padres y madres a escoger el tratamiento que consideren más oportuno para sus hijos, y de la libertad de expresión de las personas afectadas de autismo.

2. Que la evidencia científica, estandarte de su batalla, tiene que ser objeto de un análisis riguroso y de una crítica fundamentada, pues se sirve de la disciplina científica para prometer más de lo que demuestra.

3. Que necesitamos la ayuda de nuestros representantes políticos para detener pendientes autoritarias como la que lidera hoy Aprenem, así como la apertura de espacios de reflexión, discusión e intercambio de ideas por parte de los agentes que estamos implicados en la mejora de las personas con TEA y de sus familias.

Aprenem nos ha situado ante una disputa como aquella que, en el mito, tenía que resolver poner un nombre a la ciudad de Atenas. Neptuno y Minerva fueron convocados a encontrar la opción más próspera, pero el primero de ellos olvidó que poner un nombre no quería decir hacerse con el dominio de un territorio.

En Barcelona, a 22 de diciembre de 2015

Foro autismo 2015

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